Valeria Tentoni
Furia diamante
Leteo
Páginas: 103
Formato:
Peso: 0.136 kgs.
ISBN: 9789878612027
La luz cruzaba el sistema solar entero para caer, repartida por la sombra de los árboles, en su remera. Así y todo estaba oscurecido, como si nada pudiera tocarlo. Yo iba apenas un paso y medio detrás suyo. No sé si la luz me tocaba.
Íbamos juntos y a la vez no, como van las parejas que discuten por la calle, peleando también a través del ritmo y la velocidad. El odio de las discusiones es un animal anfibio que da saltos gigantescos e intempestivos, paranormales. Así, yo odiaba también todas las cosas que encontrábamos a nuestro paso. A los perros, por ejemplo. O a sus paseadores. Podría haber odiado a los horneros, que se colgaban de los árboles cantando y volvían a los nidos que habían escondido en las ventanas de los edificios, pero no. Nuestra medida máxima de desprecio, al parecer, eran los perros.
Habíamos intentado salir temprano para llegar a horario al almuerzo familiar, pero la discusión nos había demorado por todo el departamento. Al principio en el comedor y después en la cocina, persiguiéndonos. Después habíamos discutido solos y ensimismados, en voz baja, mientras nos terminábamos de cambiar, y ese momento se había parecido a una pausa, quizás a una reconciliación. Las últimas cosas hirientes habían sido dichas casi en la puerta, de espaldas a la heladera donde se repartían los imanes de todos nuestros viajes. Ahí estaban la vicuña en miniatura, el destapador de Barcelona y una torre Eiffel que había perdido su pico en algún golpe. Después y con mucho trabajo habíamos hecho silencio, y lo habíamos mantenido vivo como a un fuego hasta subir al ascensor.
Pero ni bien salimos a la vereda, los ataques se reanudaron. Ahora, un paso y medio por delante de mí, la discusión era por completo inconducente. La llevaba él, como una bandera, pero podía pasar e iba a pasar que yo tomase el asta en cualquier momento y comenzase a agitarla con frenesí. Mientras tanto, era una cortesana de mi propia vida, de mi propia situación. Iba rendida y última en esa larguísima cohorte que empezaba en él y terminaba conmigo."